1) Porque supone un gasto brutal de energía. Por regla general, una incineración dura entre tres y cuatro horas, con temperaturas que no bajan de lo 800 grados centígrados. Imaginad la cantidad de combustible que supone eso. Un auténtico derroche, y más con los tiempos que corren.
2) Porque es un proceso altamente contaminante. No sólo se genera gran cantidad de CO2 en el proceso, también se emiten a la atmósfera otros contaminantes, como metales pesados. Un estudio de hace unos años señalaba las incineraciones como la segunda fuente de emisión de mercurio a la atmósfera en el Reino Unido, sólo por detrás de la quema de combustibles sólidos.
3) No deja de ser una manera de destruir materia orgánica. Sé que puede sonar muy pseudohippie y demás, pero no me desagrada en absoluto pensar que mis moléculas serán recicladas y seguirán formando parte de la cadena de la vida. Mejor eso que acabar convertido en carboncillo.
Como lo de acabar en un nicho tampoco me atrae demasiado, ya que debe ser como pasarse la eternidad en una urbanización de chalets adosados, sopesé la posibilidad de un entierro en el mar. Pero como nuestros océanos ya están demasiado contaminados, he acabado decidiéndome por un entierro clásico de los de toda la vida: féretro, agujero en el suelo, unas paladas de tierra y punto.
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